El fin del mundo
He imaginado el fin del mundo de tantas
formas que quizá haya inventado algunas que nadie se ha planteado hasta ahora,
pero lo dudo. Parece que a la humanidad le gusta pensar el modo en el que
acabará todo, la destrucción total que, casi siempre, supone la autodestrucción
total: una tercera guerra mundial nuclear que arrasará la tierra, catástrofes
naturales de tal magnitud que nadie va a sobrevivir provocadas por el cambio
climático, un virus creado en un laboratorio que nos convertirá en zombis
caníbales o que nos matará a velocidad de vértigo.

Si miramos la historia de nuestra especie, hay una tendencia a la autodestrucción incuestionable: las guerras, los genocidios, la destrucción del entorno que nos alimenta. Sí, somos el perro que muerde la mano que le da de comer, somos el lobo que Plauto convirtió en sentencia cuando escribió: lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit (lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro), es decir, homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre. Nos destruimos a nosotros mismos de forma periódica desde el inicio de nuestra especie, con los Australopitecos africanos. Sí, venimos de África, el continente más castigado por la propia humanidad resulta que es el origen de todo, donde empezamos a dejar de ser monos. Qué paradoja más triste (lo de África, no lo de los monos). La hemos colonizado, esclavizado, explotado, maltratado y luego le hemos negado asilo, mutilada y empobrecida por sus propios descendientes.
Y esa autodestrucción a la que tiende nuestra especie se extiende ahora, con el cambio climático, no ya a la guerra entre clanes, tribus o una pelea de gallos entre los ricos, pues siempre seremos tribus en manos de gallos, sino que se extiende a una esfera distinta en la que colonizamos, esclavizamos, explotamos y maltratamos a la misma naturaleza que nos creó. Somos las arañas que devoran a su madre después de nacer. A todo esto añadámosle el hecho de que, en la línea del tiempo, la humanidad apenas es una mota de polvo, un fragmento ridículo entre eones de vida. El universo, con sus galaxias, tiene una extraña forma muy parecida a una red neuronal, es sospechoso. Vuelve a mi imaginación la cápsula con la astronauta drogadicta que de repente choca contra los límites del universo, una caja, la pared de un cráneo para nosotros enorme.
No necesitamos ayuda exterior para aniquilarnos. Extraterrestres, no gastéis energías, solo dadnos tiempo.
Pero la Naturaleza es sabia y de vez en
cuando pone las cosas en su sitio, pienso. El meteorito que se cargó a los
dinosaurios que dominaban la Tierra, quizá cansada la Naturaleza de ver que no
evolucionaban más y dispuesta a apostar por esa especie pequeña y ridícula que
se puso a vivir en los árboles primero y luego descendió y empezó a andar no
con cuatro, sino con dos patas. ¿Sigue apostando por nosotros a pesar de que la
estamos destruyendo? La peste negra acabó con un tercio de la población europea
en la Edad Media, la peor y más mitificada de las edades del hombre. En los 80 apareció
la SIDA y en treinta años causó más de 40 millones de muertos. Lástima que
pagaron justos por pecadores. Igual que con los desastres naturales, que les
llamamos desastres por el daño que nos causa a nosotros, pero son fenómenos que
ocurren por razones más allá de las nuestras, salvo, claro está, el ya
comentado cambio climático. Las zonas más empobrecidas del planeta sufren más
que las que no lo están en este caso, quizá sean la más empobrecidas por esos
fenómenos, no lo sé. Quizá la estadística me lleve la contraria y solo sea una
impresión que tengo. Como decía, la Naturaleza de vez en cuando nos pone en
vereda, nos recuerda quién manda aquí. Creo que no la hemos visto aún cabreada,
pero está claro que la estamos cabreando. Las dos potencias más grandes del
mundo industrial (la China y los Estados Unidos) hacen caso omiso al cambio
climático, lo importante es enriquecerse, un carpe diem que jode a los que
vienen detrás, lo importante es la ley del mercado, el capitalismo, triunfar
consiguiendo dinero. Como le dice el Agente Smith a Morfeo en The Matrix (The
Wachowski Brothers, 1999), la humanidad es como un cáncer que se va
extendiendo por el planeta, lo va infectando y consumiendo lentamente. Pero al
contrario que él, llamadme ingenuo, no creo que la humanidad necesite ser
extirpada como el cáncer. De la misma forma que tendemos a la autodestrucción,
tengo la esperanza de que somos nuestro propio remedio, no sé si a través de un
agresivo tratamiento de quimioterapia o de uno más lento de terapia
alternativa. Pase lo que pase, yo no lo veré y seguramente mis hijos y mis
posibles que no seguros nietos o nietas, tampoco; y pase lo que pase, el mundo
seguirá girando y de la misma forma que nosotros sustituimos a los dinosaurios,
otra especie nos sustituirá a nosotros. Apuesto por las arañas y las
cucarachas.